miércoles, 20 de enero de 2010

MACHU PICCHU

El segundo día de nuestra estancia en Cuzco estaba reservado para Machu Picchu.
Desde Cuzco está a tres horas de tren y tras 20 minutos de autobús llegamos a la gran ciudad inca.
Desayunamos a las 6 de la mañana en una gran sala del convento con un buffet esplendido, un coche del hotel nos lleva a la estación del tren de Poroy.
No se puede llegar por carretera, ya que durante las tres horas de trayecto en el valle solo hay espacio para el río Urubamba y el tren.
El Urubamba se va llenando de agua a medida que avanzamos, por los torrentes que caen de un lado y de otro durante el camino. Es un afluente del Amazonas.
A ambos lados se alzan dos paredes de montañas durante todo el camino de entre 1.000 y 2.000 mts. de altura y la mayoría de ellas llenas de bromelias, que no cuelgan de los árboles como es habitual sino de las lianas que bajan por las imponentes paredes de granito.
Llegamos a Machu Picchu pueblo y en un autobús nos suben desde el nivel del río hasta la cumbre por un camino serpenteante pegado a la montaña. Nos acompañan jóvenes de muchas nacionalidades y gente mayor.
No se ve nada que pueda anunciar la existencia de la ciudad y de repente tras una curva, aparece de golpe la aldea andina, la ciudad perdida de los Andes, colgada a 2.550 mts de altura entre montañas
En 1.911 Hiram Bingham explorador estadounidense la redescubrió. Cuando la guía que nos acompaña nos habla del pastor que ayudo a Hiram, Melchor Arteaga, su apellido español nos hace comprender la integración social que en su momento se produjo.
Comenzamos la visita tomando el recorrido más largo que solo los menores de 30 años y las cabras pueden realizar de un tirón y sin dificultades. Subimos y bajamos desniveles de más de 200 metros. El esfuerzo es notable. Vamos muy despacio y Angel nos sigue ya que ha cumplido los consejos de su neumólogo. (¡Gracias Luis!)
La ciudad se encuentra entre tres montañas, la del Sur la mas alta es Machu Picchu, montaña vieja, y es de la que toma el nombre la Ciudad.
La ciudad tiene dos sectores claramente definidos, uno para la agricultura que ocupa un 60% de la superficie total y el resto, un 40% está dedicado a viviendas. Las terrazas para los cultivos están preparadas para drenar perfectamente el agua de lluvia y el riego.
En su momento, detrás de la montaña Machu Picchu se construyó una presa para recoger el agua de dos glaciares y a través de una conducción de 800 mts., al principio de un ancho de 30, 35 cmts para terminar en 10 cmts.de forma que permitiera la caída mejor del agua, se trasladaba esta hasta la ciudad. Hoy se ve todavía perfectamente esa canalización. La ciudad está perfectamente conservada.
Hay grandes casas, graneros para guardar lo que se recogía, vemos un gran Cóndor, utilizando las formas de las rocas. El Cóndor es el pájaro el señor de estas alturas y le debieron adorar de alguna forma.
En un primer momento Hinram pensó en un lugar de culto, por la cantidad de resto de mujeres que encontró. Pensó en mujeres para el sol, vírgenes del sol. Pero hace relativamente poco a través del ADN de esos restos se vio que las mujeres no eran vírgenes. A partir de este descubrimiento se piensa en una ciudad administrativa del Imperio Inca, donde educaban a los futuros dirigentes de un estado que se extendía desde Argentina a Ecuador en su momento de mayor esplendor.
Visitamos la ciudad que en su época debió albergar unos 600 habitantes y desde varios ángulos vemos en la parte más alta la entrada por el camino del inca. Por las lomas se distribuyen los espacios habitados y todo el conjunto rodeado de montañas y nubes nos deja sobrecogidos.
Las casas están realizadas con basamentos enormes y techumbre de bambú y un tipo de helecho .Después de tres horas paseando desandamos el camino agotados por la altura y el esfuerzo de subir y bajar, en medio de un aguacero importante y ya de noche llegamos al hotel en Cuzco,
Jornada Memorable difícilmente repetible.

Mariés



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